Este
artículo está enfocado en la antropología criminal italiana del
siglo XIX, en una serie de discursos y prácticas para cualificar y
cuantificar los cuerpos de las personas consideradas como
“peligrosas”. Discursos en los que el cuerpo fue visto como un
índice de los estados interiores y disposiciones de los individuos
sospechosos, un signo del estado de evolución de los grupos, y un
indicador, más o menos fidedigno, de los riesgos presentes y futuros
de la sociedad. Los cuerpos fueron medidos, manipulados, esbozados,
fotografiados y mostrados, con el fin de que los jueces, penalistas y
educadores pudieran guiarse en la identificación de los individuos
para desarrollar medidas apropiadas de profilaxis social. Se analiza
el surgimiento científico de una de las ciencias de la desviación
como es la criminología, para adentrarse en las prácticas que
permitieron que fuera considerada como una ciencia legítima en dicho
siglo. En particular se indaga sobre la noción de “peligrosidad”,
que fue objeto del nuevo discurso de la criminología para hacerla
visible en la sociedad, pero que amenazaba con seguir siendo
invisible si no se adoptaban formas rigurosas de identificación,
clasificación y prevención. Todo ello permitió que Lombroso
afirmara que el criminal estaba vinculado con una anatomía anormal,
y que creara estereotipos estigmatizantes que no pocas ocasiones
provocaron la exclusión de los individuos catalogados como
criminales.
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