El “crimen organizado” es visto hoy en día, quizá, como una de las mayores amenazas y/o problemáticas existentes a nivel global, desde que el impacto sumamente nocivo de aquel sobre la gran mayoría de los aspectos que hacen a la vida ordinaria de los individuos que habitan este planeta, ha llegado a un extremo absolutamente insospechado hace unos años, favorecido, en gran medida, por el avance de la tecnología y la incesante globalización de la que, irremediablemente, formamos parte.
Similar es la interpretación que realiza el maestro Luigi Ferrajoli al respecto, quien considera que “uno de los efectos perversos de la globalización es sin duda el desarrollo, con dimensiones que no tienen precedente, de una criminalidad internacional, a su vez global (...)”.
Por lo tanto, frente a este panorama, resulta imperantemente necesario que los distintos estados del globo, mediante sus principales líderes y/o representantes, pretendan y/o pregonen la erradicación definitiva de estas conductas, pues solamente así podrá garantizarse la prosperidad y el bienestar de los sujetos a quienes representan.
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