La conformidad y la tolerancia respecto a los
estereotipos y los
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prejuicios han contribuido a desensibilizar a
una sociedad que busca
en “los otros” la justificación de sus propios
problemas. Los rumores
y el discurso de odio estimulan una intolerancia
que termina
desembocando, en muchas ocasiones, en actos
discriminatorios o en
delitos de odio. La gravedad de estos hechos
viene determinada porque
la discriminación
transgrede principios como la igualdad ante la
ley, la igualdad de
trato o la igualdad de oportunidades, mientras
que los delitos de odio
atacan al principio de dignidad, es decir, al valor
de la persona como
tal, y a la universalidad de los derechos
humanos y los principios que
estos contienen. Frente a estos delitos la
sociedad ha comenzado a
reaccionar mediante la creación de asociaciones
que a veces se agrupan
en redes para optimizar los recursos económicos,
sociales y jurídicos.
También las instituciones son conscientes de la
necesidad de actuar
rápidamente para preservar la integridad de las
víctimas que a menudo
se enfrentan a la doble circunstancia de ser
simultáneamente
“víctimas de riesgo” y “víctimas especialmente
vulnerables”. A nivel
social e institucional, los principales temas
pendientes para combatir
esta lacra son: sensibilización, concienciación
y formación.
Doctrina
Ago
09
2017
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