Abr
10
2017

La nueva cara de las pandillas callejeras: el fenómeno de las pandillas en El Salvador

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¿Es posible que un miembro de una pandilla
juvenil salvadoreña,


conocida localmente como “mara”, salga de la
pandilla y empiece una


nueva vida, lejos del crimen y de la violencia?
Para contestar esta


pregunta, el Centro Kimberly Green de Estudios
para América Latina y


el Caribe

(KG-LACC) y el Instituto Jack D. Gordon de
Políticas Públicas de la


Universidad Internacional de Florida, con el
apoyo de la Fundación


Nacional para el Desarrollo (FUNDE), llevaron a
cabo un estudio con


pandilleros y ex pandilleros de todo el país. El
estudio, el cual está


basado en una encuesta no-probabilística con
1,196 entrevistados con


historia de afiliación a una pandilla y más de
30 entrevistas en


profundidad con diversos actores, muestra que
salir de una pandilla es


posible pero, en el corto plazo, depende de dos
factores. Primero, del


nivel de compromiso individual de cada persona
para abandonar la vida


pandilleril; y, en segundo lugar, del
consentimiento de los líderes de


la organización pandillera.Este estudio se basa
en investigaciones


académicas previas sobre pandillas en El
Salvador y Centroamérica, así


como en la literatura de criminología sobre
pandillas juveniles. Los


resultados indican que las pandillas juveniles
siguen siendo un


fenómeno principalmente masculino y que la edad
promedio a la que se


unen a la pandilla no parece haber cambiado de
manera significativa en


comparación con los datos que se tienen de hace
diez años. Casi un 40%


de los sujetos entrevistados en este estudio son
miembros activos de


la pandilla, mientras que el resto se encuentran
en distintas fases


con relación a la pandilla. Aproximadamente el
50% de los sujetos


entrevistados en la encuesta pertenecen – o han
pertenecido – a la


Mara Salvatrucha (MS-13); el 23% expresó su
lealtad a la Pandilla de


la Calle 18 Sureños; mientras que solo el 11%
mencionó que eran parte


de los Revolucionarios de la Calle 18. El resto
de los entrevistados


indicó haber formado parte de organizaciones
pandilleras periféricas,


como la Mirada Locos, la Mara Máquina, la
Mao-Mao, etc. A través de la


encuesta y de las entrevistas en profundidad, la
pandilla MS-13 no


solo resultó ser la organización pandillera más
grande sino también


como el grupo nacional más estructurado y
regulado por sus líderes.


Los miembros de la MS-13 entrevistados en esta
investigación reportan


los niveles más altos de participación en
actividades criminales y


también reflejan los niveles más bajos de
intenciones de abandonar la


pandilla. Contrario a la percepción generalizada
de que las pandillas


salvadoreñas se componen de un gran número de
deportados y migrantes


retornados de los Estados Unidos, el estudio
encontró poca evidencia


de una influencia directa de la migración en la
composición y en las


dinámicas de las pandillas locales. Casi todos
los pandilleros


encuestados y sujetos de este estudio nacieron y
crecieron en El


Salvador, y muy pocos mantienen contacto regular
con pandilleros en


los Estados Unidos. La gran mayoría de personas
entrevistadas para


este estudio que pertenecen o han pertenecido a
pandillas y maras


provienen de los sectores más desfavorecidos de
la sociedad


salvadoreña. La mayoría de los entrevistados
abandonó sus estudios


antes de cumplir los 16 años 4y ni siquiera
completaron el segundo


ciclo en el sistema escolar. Siete de cada diez
vienen de hogares con


un sueldo mensual de menos de $250 y más de un
80% no ha tenido un


trabajo regular, ni en el sector formal ni en el
informal. Además, la


mayoría de los entrevistados vienen de familias
disfuncionales y


desintegradas. Casi la mitad de los pandilleros
y ex pandilleros


reportaron haber huido de su casa antes de
cumplir los 15 años,


principalmente debido a la violencia doméstica y
problemas familiares.


Además, más de la mitad de los pandilleros
tienen sus propios hijos,


con una alta prevalencia de maternidad (casi el
90%) entre las mujeres


pertenecientes o asociadas a las pandillas. La
violencia y las


actividades criminales constituyen componentes
esenciales de la vida


pandillera. Homicidios y extorsiones son los
delitos más comunes de


los que se les acusa a los pandilleros, con casi
un 75% de los


entrevistados habiendo sido acusados de cometer
estos tipos de


delitos, además de asaltos, robos armados,
secuestros y violaciones.


En algunas pandillas, particularmente la MS-13,
numerosos homicidios y


la capacidad de controlar territorios nuevos
mediante el uso de


extorsiones, amenazas y homicidios programados
son estrategias


críticas para ascender dentro de la estructura
pandilleril. En el


pasado, los miembros de las pandillas solamente
tenían que completar


una “misión” para entrar a formar parte de la
pandilla. En contraste,


y según la información recolectada por este
estudio, hoy en día los


aspirantes a la pandilla deben cometer más de un
homicidio solo para


ser considerados como candidatos potenciales
para ser miembros de la


pandilla. Más de dos tercios de los
entrevistados han sido detenidos


más de una vez y han pasado tiempo encarcelados
en los centros de


detención salvadoreños. Una parte significativa
de la muestra de


pandilleros (un 45.5%) también reportaron haber
sido atacados y


heridos por oficiales de policía y de las
fuerzas de seguridad durante


los últimos años, además de por pandillas
rivales (un 28.2%),


pandillas amigas (un 13%) y otros actores. Las organizaciones
de las


pandillas están significativamente más
desarrolladas ahora que hace


diez o veinte años cuando el fenómeno de las
pandillas empezó a


expandirse en El Salvador. También parecen estar
más estructuradas y


tienden a regular la vida del pandillero
promedio más estrictamente


que en la mayoría de los casos reportados en la
literatura en otras


partes del mundo, especialmente en los Estados
Unidos. Sin embargo,


las pandillas que operan a nivel local preservan
algunos niveles de


autonomía que les permiten niveles altos de
adaptación y


transformación frente a desafíos y amenazas.
Otra vez, la MS-13


destaca por su alto nivel de organización y
control territorial. La


estructura de la MS-13 incluye diferentes
niveles de organización, que


normalmente comienza con la clica como su nivel
operativo más bajo (es


decir, a nivel de vecindario). Algunas clicas
han logrado expandirse


más allá de su estructura de barrio original, lo
que llaman


“sectores”, los cuales funcionan como una
franquicia de la clica


original. El siguiente nivel de organización son
los “programas”, que


funcionan a nivel regional y aglutinan diversas
clicas. El nivel más


alto en la organización es la “ranfla” nacional.
La “ranfla” incluye


un grupo de líderes que manejan toda la
estructura de la pandilla y


sirven como una junta directiva en la toma de
decisiones. Según


algunos informantes, la “ranfla” se divide en
dos subestructuras: una


que está formada por líderes que cumplen condena
en las cárceles


nacionales, y otra que está compuesta por los
líderes que operan en la


calle. En contraste, los grupos de la Calle 18
están menos


5estructurados en lo que respecta a su
organización. En muchos casos,


fue difícil establecer un patrón organizacional
único basado en las


declaraciones de los expertos entrevistados. Sin
embargo, y de acuerdo


con algunos informantes, los grupos de la Calle
18 dividen su


organización en “canchas”, que operan
aproximadamente a nivel de


vecindario y de ciudad, y “tribus”, que se
extienden a escala


regional. La mayoría de las personas
entrevistadas en la encuesta


(76.2%) tenían lo que se puede considerar una
posición regular


(“homeboy” o soldado) dentro de la estructura de
la pandilla. Sin


embargo, casi el 9% de los encuestados tenía
alguna posición de


liderazgo, y el 15% se presentaron como
aspirantes a la pandilla.


Aunque estos últimos no son formalmente
considerados miembros de las


organizaciones pandilleras, sus actividades en
beneficio de la


pandilla, y su lealtad a la pandilla y a la
clica destacan el


importante papel que desempeñan en la dinámica
de la supervivencia de


las pandillas y en el esfuerzo por el control
territorial. El tamaño


de la clica varía significativamente dependiendo
de la organización


pandillera, del vecindario y de otros factores.
Según los resultados


de la encuesta, el número promedio de miembros
en una clica


Salvatrucha es de 85, mientras que los grupos de
la Calle 18 tienden a


tener menos miembros por clica. El número
promedio en los Sureños es


de 66, en comparación con 31 en las clicas de
los Revolucionarios. Las


clicas más grandes reportadas parecen estar
compuestas de grupos de


pandillas periféricas: miembros de los Mirada
Locos y otras


organizaciones tienden a tener clicas más
grandes con un tamaño


promedio de 160 miembros por clica. Los resultados
del estudio


sugieren que los jóvenes salvadoreños siguen
uniéndose a las pandillas


como resultado de familias problemáticas, falta
de oportunidades y de


una mayor percepción de privación de respeto
social y afecto en sus


comunidades. Las organizaciones pandilleras se
aprovechan de estas


carencias para reclutar y mantener un ejército
que se convierte clave


a la hora de controlar nuevos territorios y en
la guerra contra los


enemigos, incluyendo la policía y las fuerzas de
seguridad. Sin


embargo, desde el punto de vista de los miembros
de pandillas y de los


ex-miembros de pandillas, las principales
razones por las que la gente


sigue uniéndose a las pandillas todavía giran en
torno al entusiasmo


de “vacilar” con sus compañeros y a la
generación de respeto social y


reconocimiento en la comunidad. Los jóvenes
continúan uniéndose a las


organizaciones pandilleras porque las mismas
proporcionan bienes que


no fueron proporcionados por sus propias
familias y la comunidad,


tales como amistad, protección, recursos económicos
y confianza en sí


mismos. Así, la pandilla se convierte en el
centro totalizador de las


vidas de los jóvenes que se unieron a edades
tempranas. Esta visión de


las pandillas y su relación con las mismas
permanece incuestionable


durante los años de la adolescencia, pero
comienza a desaparecer a


medida que la persona crece, forma una familia
propia y se enfrenta a


las dificultades causadas por la violencia de
pandillas y la


persecución de las fuerzas policiales.
Dependiendo de su estatus en la


pandilla, las personas con un historial de
pertenencia en una pandilla


tienen dos maneras de entender la separación o
salida de la pandilla.


En primer lugar, un miembro de una pandilla
puede “calmarse”, esto es,


ya no participa en la vida de la pandilla ni en
las actividades de la


organización pandillera. Sin embargo, todavía
son considerados


miembros de la pandilla. Esta es la manera
aceptada en que la


organización pandilleril, especialmente los
líderes, se refieren al


proceso de abandonar la pandilla. Esta manera
supone que los


pandilleros siempre pertenecerán a la
organización de la pandilla,


incluso 6si deciden y obtienen permiso de los
líderes para alejarse de


la clica y de la estructura de la pandilla.
También asume que estos


individuos siempre mantendrán la identidad de la
pandilla. Sin


embargo, la separación de la organización
también puede entenderse, y


con frecuencia así lo es, por los desertores
reales como un auténtico


proceso de “salirse de la pandilla”. De esta
forma, los desertores ya


no se consideran conectados a la pandilla de
ninguna manera. La salida


de las pandillas es posible y parece más común
de lo que generalmente


se cree a pesar de las dificultades. Sin
embargo, los resultados de


esta investigación también indican que, aunque
la decisión de


abandonar la pandilla es, aparentemente, una
elección individual,


también depende de la aquiescencia de la
organización pandillera. En


El Salvador, la progresión hacia el
desistimiento de la pandilla tiene


que ser constantemente negociada con el poder muchas
veces abrumador


de la pandilla. Frecuentemente, esto implica un
proceso delicado y


largo de negociación con los líderes de la
pandilla. En la mayoría de


los casos, el desistimiento es un delicado
proceso de separación: los


pandilleros que esperan salir de la pandilla
reducen su participación


en las reuniones y actividades pandilleras,
comienzan a acudir a la


iglesia o dedican más tiempo a sus familias.
Todas estas actividades


extra-pandilleras se llevan a cabo con la máxima
atención a las


sensibilidades de la organización pandillera
enviando claras señales


de lealtad y disposición a cooperar si es
necesario. Según los


resultados de la encuesta, las intenciones de
abandonar la pandilla


están asociadas con las siguientes
circunstancias. En primer lugar,


los miembros de las pandillas albergan más
intenciones de salir de la


banda si experimentan su primer encarcelamiento
a una edad mayor. En


segundo lugar, las intenciones de abandonar la
pandilla crecen con el


tiempo dentro de la pandilla y a medida que la
persona está expuesta a


las dificultades de la vida pandillera en una
edad adulta. Sin


embargo, la voluntad de dejar una pandilla se
hace especialmente


urgente si el joven logra encontrar un trabajo
en la economía informal


y si es tocado por una experiencia religiosa,
por lo general en


iglesias Evangélicas. Ambas ocurrencias
—trabajos informales y


afiliación religiosa— parecen desempeñar el
papel más significativo a


la hora de convencer a la gente que deje la
pandilla.


Tener el deseo de dejar a una pandilla no es
suficiente ya que los


antiguos miembros de las pandillas enfrentan una
letanía de retos y


obstáculos. El principal obstáculo es la misma
organización


pandillera. Los resultados de la encuesta
muestran que un porcentaje


importante de

ex-pandilleros dijeron que fueron amenazados por
sus propios


compañeros cuando decidieron dejar la banda.
Según los datos, más del


58% de los antiguos miembros de pandillas han
recibido amenazas a su


persona o a sus familias por abandonar la
pandilla. Otros desafíos


incluyen la

ausencia total de habilidades personales para
trabajar en un trabajo


estable, la falta de oportunidades viables para
la formación y el


empleo, la amenaza constante de antiguos rivales
de pandillas, el


hostigamiento de la policía y de las fuerzas de
seguridad, y la


discriminación social

por sus actos pasados y su apariencia
(tatuajes).


La experiencia religiosa juega un papel
importante en el camino hacia


el desistimiento de las pandillas. Esa
experiencia proporciona un


espacio protector que permite a los aspirantes
desertores restablecer


vínculos con la comunidad, construir sus
familias y buscar


oportunidades

educativas y laborales sin el acoso de la
organización pandillera. No


es de extrañar, entonces, que muchos de los
casos exitosos de


desistimiento de pandillas que se producen en El
Salvador 7ocurran


bajo el camino de la conversión religiosa y de
la integración a una


iglesia Evangélica. Sin embargo, los pandilleros
dispuestos a dejar la


pandilla necesitan mostrar un compromiso
absoluto no sólo con su fe


religiosa, sino también con los valores
asociados con una vida


piadosa. Los resultados muestran que esto no es
fácil para muchos. Las


organizaciones

pandilleras vigilan la vida moral de sus
ex-pandilleros y, en muchas


ocasiones, ejercen un control incesante sobre la
vida de los


desertores.

La mayoría de los entrevistados encuestados
(58%) creen que la iglesia


es la organización más apropiada para dirigir
programas de


rehabilitación. Por otra parte, el 23.1% afirmó
que las ONGs debían


dirigir programas de rehabilitación. Solo el
9.8% de los encuestados


respondió que el gobierno debería dirigir estos
programas de


rehabilitación. Existe un debate entre los
expertos entrevistados


sobre el grado de voluntad política para
resolver el problema de las


pandillas. Algunos expertos afirmaron que el
gobierno no tiene la


voluntad política necesaria para abordar el
fenómeno de las pandillas.


Sin embargo, otros expertos en la materia
entrevistados afirmaron que


el gobierno carece de la capacidad necesaria
para abordar este


problema, que es de una naturaleza profundamente
compleja.




Hay varias lecciones sobre el desistimiento de
las pandillas. La


empresa League Collegiate es un modelo de cómo
reinsertar a los ex


pandilleros en la sociedad. La compañía ofrece a
los ex pandilleros la


esperanza y la oportunidad de cambiar sus vidas
porque tiene la


capacidad de insertar a los pandilleros en un
ambiente protector.


League ofrece no solo empleo, sino también -y lo
que es más


importante- oportunidades educativas y ayuda a
ex miembros de


pandillas-y otros empleados- con cualquier
problema que surja. La


compañía no discrimina a los empleados por su
apariencia física (por


ejemplo, tatuajes) o su historial criminal. Por
ejemplo, algunas


personas con tatuajes expresaron los desafíos
presentes, ya que los ex


miembros de pandillas podían identificarlas en
la calle y tratar de


hacerles daño. Es más, algunas personas que
dejaron la pandilla y


empezaron a trabajar en la empresa enfrentaron
varios problemas


legales y expresaron el temor de ser detenidos
por la policía y ser


encarcelados. Por lo tanto, tareas ordinarias,
como caminar a casa o


tomar un autobús, se convierten en obstáculos
para los antiguos


miembros de pandillas. Los líderes en League han
ayudado a ex miembros


de pandillas que han experimentado problemas
legales y han


proporcionado un fuerte apoyo en un esfuerzo
para ayudar a los


empleados que trabajan en esta fábrica.

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