No es de conocimiento novel la existencia de
culturas originadas de
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órdenes sociopolíticos de corte patriarcal o
machista – o que las
mujeres no son objetos de uso y abuso pero, no
por ello los crímenes
violentos en su contra han de cesar. La historia
así nos confirma que
la primera gran inquisidora en contra de la
mujer fue la Iglesia
Católica-Romana y la Sagrada Inquisición,
quienes juzgaron a las
mujeres de brujas,
herejes, impuras e indomables seres de
oscuridad; revocaron nuestra
espiritualidad tildándonos de demonios.
Lamentablemente, la historia
no se queda en el ayer. La mujer continúa
sufriendo de persecuciones e
injusticias arrastradas por las conductas
atávicas, soterradas e
incoherentes del hombre. Todavía la mujer es
vista como un “ente” que
daña la mente del hombre y que éste debe de
cuidarse de ella. De allí
nace, entre las sociedades posmodernistas, otro
método de persecución
conocido como la revictimización de la mujer.
Este fenómeno fracciona
intencionalmente el derecho de defensa de la
fémina ante los foros
judiciales del mundo y limita el juicio justo a la
víctima de agresión
sexual. En otras palabras, la víctima se presume
culpable de haber
sido agredida sexualmente simplemente por ser
mujer. Toda esta
amalgama concretándose en daños
neuropsicoemocionales.
Doctrina
Ago
09
2017
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