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¿Es posible que un miembro de una pandilla
juvenil salvadoreña,
conocida localmente como “mara”, salga de la
pandilla y empiece una
nueva vida, lejos del crimen y de la violencia?
Para contestar esta
pregunta, el Centro Kimberly Green de Estudios
para América Latina y
el Caribe
(KG-LACC) y el Instituto Jack D. Gordon de
Políticas Públicas de la
Universidad Internacional de Florida, con el
apoyo de la Fundación
Nacional para el Desarrollo (FUNDE), llevaron a
cabo un estudio con
pandilleros y ex pandilleros de todo el país. El
estudio, el cual está
basado en una encuesta no-probabilística con
1,196 entrevistados con
historia de afiliación a una pandilla y más de
30 entrevistas en
profundidad con diversos actores, muestra que
salir de una pandilla es
posible pero, en el corto plazo, depende de dos
factores. Primero, del
nivel de compromiso individual de cada persona
para abandonar la vida
pandilleril; y, en segundo lugar, del
consentimiento de los líderes de
la organización pandillera.Este estudio se basa
en investigaciones
académicas previas sobre pandillas en El
Salvador y Centroamérica, así
como en la literatura de criminología sobre
pandillas juveniles. Los
resultados indican que las pandillas juveniles
siguen siendo un
fenómeno principalmente masculino y que la edad
promedio a la que se
unen a la pandilla no parece haber cambiado de
manera significativa en
comparación con los datos que se tienen de hace
diez años. Casi un 40%
de los sujetos entrevistados en este estudio son
miembros activos de
la pandilla, mientras que el resto se encuentran
en distintas fases
con relación a la pandilla. Aproximadamente el
50% de los sujetos
entrevistados en la encuesta pertenecen – o han
pertenecido – a la
Mara Salvatrucha (MS-13); el 23% expresó su
lealtad a la Pandilla de
la Calle 18 Sureños; mientras que solo el 11%
mencionó que eran parte
de los Revolucionarios de la Calle 18. El resto
de los entrevistados
indicó haber formado parte de organizaciones
pandilleras periféricas,
como la Mirada Locos, la Mara Máquina, la
Mao-Mao, etc. A través de la
encuesta y de las entrevistas en profundidad, la
pandilla MS-13 no
solo resultó ser la organización pandillera más
grande sino también
como el grupo nacional más estructurado y
regulado por sus líderes.
Los miembros de la MS-13 entrevistados en esta
investigación reportan
los niveles más altos de participación en
actividades criminales y
también reflejan los niveles más bajos de
intenciones de abandonar la
pandilla. Contrario a la percepción generalizada
de que las pandillas
salvadoreñas se componen de un gran número de
deportados y migrantes
retornados de los Estados Unidos, el estudio
encontró poca evidencia
de una influencia directa de la migración en la
composición y en las
dinámicas de las pandillas locales. Casi todos
los pandilleros
encuestados y sujetos de este estudio nacieron y
crecieron en El
Salvador, y muy pocos mantienen contacto regular
con pandilleros en
los Estados Unidos. La gran mayoría de personas
entrevistadas para
este estudio que pertenecen o han pertenecido a
pandillas y maras
provienen de los sectores más desfavorecidos de
la sociedad
salvadoreña. La mayoría de los entrevistados
abandonó sus estudios
antes de cumplir los 16 años 4y ni siquiera
completaron el segundo
ciclo en el sistema escolar. Siete de cada diez
vienen de hogares con
un sueldo mensual de menos de $250 y más de un
80% no ha tenido un
trabajo regular, ni en el sector formal ni en el
informal. Además, la
mayoría de los entrevistados vienen de familias
disfuncionales y
desintegradas. Casi la mitad de los pandilleros
y ex pandilleros
reportaron haber huido de su casa antes de
cumplir los 15 años,
principalmente debido a la violencia doméstica y
problemas familiares.
Además, más de la mitad de los pandilleros
tienen sus propios hijos,
con una alta prevalencia de maternidad (casi el
90%) entre las mujeres
pertenecientes o asociadas a las pandillas. La
violencia y las
actividades criminales constituyen componentes
esenciales de la vida
pandillera. Homicidios y extorsiones son los
delitos más comunes de
los que se les acusa a los pandilleros, con casi
un 75% de los
entrevistados habiendo sido acusados de cometer
estos tipos de
delitos, además de asaltos, robos armados,
secuestros y violaciones.
En algunas pandillas, particularmente la MS-13,
numerosos homicidios y
la capacidad de controlar territorios nuevos
mediante el uso de
extorsiones, amenazas y homicidios programados
son estrategias
críticas para ascender dentro de la estructura
pandilleril. En el
pasado, los miembros de las pandillas solamente
tenían que completar
una “misión” para entrar a formar parte de la
pandilla. En contraste,
y según la información recolectada por este
estudio, hoy en día los
aspirantes a la pandilla deben cometer más de un
homicidio solo para
ser considerados como candidatos potenciales
para ser miembros de la
pandilla. Más de dos tercios de los
entrevistados han sido detenidos
más de una vez y han pasado tiempo encarcelados
en los centros de
detención salvadoreños. Una parte significativa
de la muestra de
pandilleros (un 45.5%) también reportaron haber
sido atacados y
heridos por oficiales de policía y de las
fuerzas de seguridad durante
los últimos años, además de por pandillas
rivales (un 28.2%),
pandillas amigas (un 13%) y otros actores. Las organizaciones
de las
pandillas están significativamente más
desarrolladas ahora que hace
diez o veinte años cuando el fenómeno de las
pandillas empezó a
expandirse en El Salvador. También parecen estar
más estructuradas y
tienden a regular la vida del pandillero
promedio más estrictamente
que en la mayoría de los casos reportados en la
literatura en otras
partes del mundo, especialmente en los Estados
Unidos. Sin embargo,
las pandillas que operan a nivel local preservan
algunos niveles de
autonomía que les permiten niveles altos de
adaptación y
transformación frente a desafíos y amenazas.
Otra vez, la MS-13
destaca por su alto nivel de organización y
control territorial. La
estructura de la MS-13 incluye diferentes
niveles de organización, que
normalmente comienza con la clica como su nivel
operativo más bajo (es
decir, a nivel de vecindario). Algunas clicas
han logrado expandirse
más allá de su estructura de barrio original, lo
que llaman
“sectores”, los cuales funcionan como una
franquicia de la clica
original. El siguiente nivel de organización son
los “programas”, que
funcionan a nivel regional y aglutinan diversas
clicas. El nivel más
alto en la organización es la “ranfla” nacional.
La “ranfla” incluye
un grupo de líderes que manejan toda la
estructura de la pandilla y
sirven como una junta directiva en la toma de
decisiones. Según
algunos informantes, la “ranfla” se divide en
dos subestructuras: una
que está formada por líderes que cumplen condena
en las cárceles
nacionales, y otra que está compuesta por los
líderes que operan en la
calle. En contraste, los grupos de la Calle 18
están menos
5estructurados en lo que respecta a su
organización. En muchos casos,
fue difícil establecer un patrón organizacional
único basado en las
declaraciones de los expertos entrevistados. Sin
embargo, y de acuerdo
con algunos informantes, los grupos de la Calle
18 dividen su
organización en “canchas”, que operan
aproximadamente a nivel de
vecindario y de ciudad, y “tribus”, que se
extienden a escala
regional. La mayoría de las personas
entrevistadas en la encuesta
(76.2%) tenían lo que se puede considerar una
posición regular
(“homeboy” o soldado) dentro de la estructura de
la pandilla. Sin
embargo, casi el 9% de los encuestados tenía
alguna posición de
liderazgo, y el 15% se presentaron como
aspirantes a la pandilla.
Aunque estos últimos no son formalmente
considerados miembros de las
organizaciones pandilleras, sus actividades en
beneficio de la
pandilla, y su lealtad a la pandilla y a la
clica destacan el
importante papel que desempeñan en la dinámica
de la supervivencia de
las pandillas y en el esfuerzo por el control
territorial. El tamaño
de la clica varía significativamente dependiendo
de la organización
pandillera, del vecindario y de otros factores.
Según los resultados
de la encuesta, el número promedio de miembros
en una clica
Salvatrucha es de 85, mientras que los grupos de
la Calle 18 tienden a
tener menos miembros por clica. El número
promedio en los Sureños es
de 66, en comparación con 31 en las clicas de
los Revolucionarios. Las
clicas más grandes reportadas parecen estar
compuestas de grupos de
pandillas periféricas: miembros de los Mirada
Locos y otras
organizaciones tienden a tener clicas más
grandes con un tamaño
promedio de 160 miembros por clica. Los resultados
del estudio
sugieren que los jóvenes salvadoreños siguen
uniéndose a las pandillas
como resultado de familias problemáticas, falta
de oportunidades y de
una mayor percepción de privación de respeto
social y afecto en sus
comunidades. Las organizaciones pandilleras se
aprovechan de estas
carencias para reclutar y mantener un ejército
que se convierte clave
a la hora de controlar nuevos territorios y en
la guerra contra los
enemigos, incluyendo la policía y las fuerzas de
seguridad. Sin
embargo, desde el punto de vista de los miembros
de pandillas y de los
ex-miembros de pandillas, las principales
razones por las que la gente
sigue uniéndose a las pandillas todavía giran en
torno al entusiasmo
de “vacilar” con sus compañeros y a la
generación de respeto social y
reconocimiento en la comunidad. Los jóvenes
continúan uniéndose a las
organizaciones pandilleras porque las mismas
proporcionan bienes que
no fueron proporcionados por sus propias
familias y la comunidad,
tales como amistad, protección, recursos económicos
y confianza en sí
mismos. Así, la pandilla se convierte en el
centro totalizador de las
vidas de los jóvenes que se unieron a edades
tempranas. Esta visión de
las pandillas y su relación con las mismas
permanece incuestionable
durante los años de la adolescencia, pero
comienza a desaparecer a
medida que la persona crece, forma una familia
propia y se enfrenta a
las dificultades causadas por la violencia de
pandillas y la
persecución de las fuerzas policiales.
Dependiendo de su estatus en la
pandilla, las personas con un historial de
pertenencia en una pandilla
tienen dos maneras de entender la separación o
salida de la pandilla.
En primer lugar, un miembro de una pandilla
puede “calmarse”, esto es,
ya no participa en la vida de la pandilla ni en
las actividades de la
organización pandillera. Sin embargo, todavía
son considerados
miembros de la pandilla. Esta es la manera
aceptada en que la
organización pandilleril, especialmente los
líderes, se refieren al
proceso de abandonar la pandilla. Esta manera
supone que los
pandilleros siempre pertenecerán a la
organización de la pandilla,
incluso 6si deciden y obtienen permiso de los
líderes para alejarse de
la clica y de la estructura de la pandilla.
También asume que estos
individuos siempre mantendrán la identidad de la
pandilla. Sin
embargo, la separación de la organización
también puede entenderse, y
con frecuencia así lo es, por los desertores
reales como un auténtico
proceso de “salirse de la pandilla”. De esta
forma, los desertores ya
no se consideran conectados a la pandilla de
ninguna manera. La salida
de las pandillas es posible y parece más común
de lo que generalmente
se cree a pesar de las dificultades. Sin
embargo, los resultados de
esta investigación también indican que, aunque
la decisión de
abandonar la pandilla es, aparentemente, una
elección individual,
también depende de la aquiescencia de la
organización pandillera. En
El Salvador, la progresión hacia el
desistimiento de la pandilla tiene
que ser constantemente negociada con el poder muchas
veces abrumador
de la pandilla. Frecuentemente, esto implica un
proceso delicado y
largo de negociación con los líderes de la
pandilla. En la mayoría de
los casos, el desistimiento es un delicado
proceso de separación: los
pandilleros que esperan salir de la pandilla
reducen su participación
en las reuniones y actividades pandilleras,
comienzan a acudir a la
iglesia o dedican más tiempo a sus familias.
Todas estas actividades
extra-pandilleras se llevan a cabo con la máxima
atención a las
sensibilidades de la organización pandillera
enviando claras señales
de lealtad y disposición a cooperar si es
necesario. Según los
resultados de la encuesta, las intenciones de
abandonar la pandilla
están asociadas con las siguientes
circunstancias. En primer lugar,
los miembros de las pandillas albergan más
intenciones de salir de la
banda si experimentan su primer encarcelamiento
a una edad mayor. En
segundo lugar, las intenciones de abandonar la
pandilla crecen con el
tiempo dentro de la pandilla y a medida que la
persona está expuesta a
las dificultades de la vida pandillera en una
edad adulta. Sin
embargo, la voluntad de dejar una pandilla se
hace especialmente
urgente si el joven logra encontrar un trabajo
en la economía informal
y si es tocado por una experiencia religiosa,
por lo general en
iglesias Evangélicas. Ambas ocurrencias
—trabajos informales y
afiliación religiosa— parecen desempeñar el
papel más significativo a
la hora de convencer a la gente que deje la
pandilla.
Tener el deseo de dejar a una pandilla no es
suficiente ya que los
antiguos miembros de las pandillas enfrentan una
letanía de retos y
obstáculos. El principal obstáculo es la misma
organización
pandillera. Los resultados de la encuesta
muestran que un porcentaje
importante de
ex-pandilleros dijeron que fueron amenazados por
sus propios
compañeros cuando decidieron dejar la banda.
Según los datos, más del
58% de los antiguos miembros de pandillas han
recibido amenazas a su
persona o a sus familias por abandonar la
pandilla. Otros desafíos
incluyen la
ausencia total de habilidades personales para
trabajar en un trabajo
estable, la falta de oportunidades viables para
la formación y el
empleo, la amenaza constante de antiguos rivales
de pandillas, el
hostigamiento de la policía y de las fuerzas de
seguridad, y la
discriminación social
por sus actos pasados y su apariencia
(tatuajes).
La experiencia religiosa juega un papel
importante en el camino hacia
el desistimiento de las pandillas. Esa
experiencia proporciona un
espacio protector que permite a los aspirantes
desertores restablecer
vínculos con la comunidad, construir sus
familias y buscar
oportunidades
educativas y laborales sin el acoso de la
organización pandillera. No
es de extrañar, entonces, que muchos de los
casos exitosos de
desistimiento de pandillas que se producen en El
Salvador 7ocurran
bajo el camino de la conversión religiosa y de
la integración a una
iglesia Evangélica. Sin embargo, los pandilleros
dispuestos a dejar la
pandilla necesitan mostrar un compromiso
absoluto no sólo con su fe
religiosa, sino también con los valores
asociados con una vida
piadosa. Los resultados muestran que esto no es
fácil para muchos. Las
organizaciones
pandilleras vigilan la vida moral de sus
ex-pandilleros y, en muchas
ocasiones, ejercen un control incesante sobre la
vida de los
desertores.
La mayoría de los entrevistados encuestados
(58%) creen que la iglesia
es la organización más apropiada para dirigir
programas de
rehabilitación. Por otra parte, el 23.1% afirmó
que las ONGs debían
dirigir programas de rehabilitación. Solo el
9.8% de los encuestados
respondió que el gobierno debería dirigir estos
programas de
rehabilitación. Existe un debate entre los
expertos entrevistados
sobre el grado de voluntad política para
resolver el problema de las
pandillas. Algunos expertos afirmaron que el
gobierno no tiene la
voluntad política necesaria para abordar el
fenómeno de las pandillas.
Sin embargo, otros expertos en la materia
entrevistados afirmaron que
el gobierno carece de la capacidad necesaria
para abordar este
problema, que es de una naturaleza profundamente
compleja.
Hay varias lecciones sobre el desistimiento de
las pandillas. La
empresa League Collegiate es un modelo de cómo
reinsertar a los ex
pandilleros en la sociedad. La compañía ofrece a
los ex pandilleros la
esperanza y la oportunidad de cambiar sus vidas
porque tiene la
capacidad de insertar a los pandilleros en un
ambiente protector.
League ofrece no solo empleo, sino también -y lo
que es más
importante- oportunidades educativas y ayuda a
ex miembros de
pandillas-y otros empleados- con cualquier
problema que surja. La
compañía no discrimina a los empleados por su
apariencia física (por
ejemplo, tatuajes) o su historial criminal. Por
ejemplo, algunas
personas con tatuajes expresaron los desafíos
presentes, ya que los ex
miembros de pandillas podían identificarlas en
la calle y tratar de
hacerles daño. Es más, algunas personas que
dejaron la pandilla y
empezaron a trabajar en la empresa enfrentaron
varios problemas
legales y expresaron el temor de ser detenidos
por la policía y ser
encarcelados. Por lo tanto, tareas ordinarias,
como caminar a casa o
tomar un autobús, se convierten en obstáculos
para los antiguos
miembros de pandillas. Los líderes en League han
ayudado a ex miembros
de pandillas que han experimentado problemas
legales y han
proporcionado un fuerte apoyo en un esfuerzo
para ayudar a los
empleados que trabajan en esta fábrica.
Doctrina
Abr
10
2017
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